Ni podemos ni pretendemos ocultarlo: la piel, el órgano más grande del cuerpo humano, no es inmune al paso del tiempo. No podemos frenarlo, pero sí llevarlo de mejor manera y para ello, que mejor forma que conociendo los signos de envejecimiento más frecuentes.
El primero a comentar es la piel apagada, cuya notoriedad se puede reducir con una buena rutina cosmética que incluya limpieza eficaz, exfoliación semanal, activos antioxidantes y retinoides. Por otro lado, hay una gran variedad de técnicas de dermatología estética que la pueden mejorar de forma más dramática, seguidas de una pauta cosmética para que esa mejora sea a largo plazo.
Siguiendo con las arrugas de expresión, que se forman por los movimientos repetitivos de los músculos faciales, su única forma de mejorarlas es relajando los músculos. Es por esto que los cosméticos tienen poco que decir respecto a estas arrugas, pues sólo pueden actuar en la piel, nunca a nivel muscular.
Seguimos con las líneas finas. Estas surgen por culpa de la exposición a los rayos UV y a la contaminación, que hacen que el colágeno y la elastina en la piel se puedan dañar, lo que hace que la piel pierda gradualmente su firmeza y elasticidad. Para hacerles frente, la cosmética brinda productos con antioxidantes y retinol, aunque también existen láseres fraccionados como el CORE o el láser TIXEL.
El siguiente es el surco nasogeniano, los cuales ocurren por los desplazamientos de la grasa facial que ceden a los efectos de la gravedad con el paso del tiempo. Aquí tampoco son eficaces los cosméticos porque no sustituyen esa falta de grasa.
Por último (de momento), hablaremos de las manchas marrones. Dependiendo del tipo de mancha, se trata con láser o con una combinación de estos y productos cosméticos. Los cosméticos pueden aclarar un poco las manchas y unificar el tono, pero no llegan a resolverlas sin la ayuda de las técnicas de dermatología estética. Son imprescindibles para mantener el tono uniforme de la piel a largo plazo.
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